Debemos saber que, para difundir Su Evangelio, realizar Su obra y cumplir Su voluntad en la tierra, el Señor necesita utilizar Su Cuerpo. Ni Su voluntad ni Su camino pueden llevarse a cabo a través de una sola persona, ya que el Señor no obra a través de un hombre, sino a través de la Iglesia. El vaso que Dios utiliza es la Iglesia, no un individuo. La vida y el poder de Cristo encuentran su manifestación más rica a través del Cuerpo de Cristo.
Por esta razón, Satanás se esfuerza por provocar la «desintegración» del Cuerpo de Cristo. Este es su principal objetivo. Si nos damos cuenta de esto, reconoceremos fácilmente la gravedad de esta obra satánica de «desintegración», por la que surgen sospechas entre los hermanos y se crean fácilmente malentendidos.
Esto es Satanás llevando a cabo su obra desintegradora. Uno culpa a un hermano, y este murmura contra una hermana. Sin embargo, si se investiga el caso, no hay nada grave en todo el asunto. Esto también es Satanás llevando a cabo su obra de desintegración del Cuerpo.
Satanás induce a los hijos de Dios a dividirse, los empuja a desintegrarse como Cuerpo. La obra de Dios es hacer de nosotros un Cuerpo, pero la obra de Satanás es desgarrarnos.
Satanás utiliza nuestra carne corrupta, nuestra voluntad propia y el mundo que codiciamos para llevar a cabo su obra de destrucción. Así que, de hecho, el grave problema no es que nuestra carne no haya sido tratada, ni que no nos hayamos postrado, ni que vivamos según el mundo, sino que se basa en que es Satanás quien utiliza estas debilidades nuestras para su obra de desmoronamiento y división. Si permitimos que estos elementos permanezcan en nuestras vidas, claramente le damos espacio a Satanás para que haga su obra de desintegración.
¿Qué entendemos por unidad? Sencillamente, la unidad es Dios mismo. ¿Por qué? Porque cuando separamos las cosas fuera de Dios y comenzamos a vivir en Él, entonces Dios, que está en nosotros, se convierte en la unidad. La unidad se produce cuando Dios ocupa su lugar absoluto en nosotros. La unidad existe cuando solo Él lo es todo, cuando Él lo llena todo. Cuando los hijos de Dios están llenos de Dios, armonizan entre sí.
De hecho, Satanás, en su empeño por desintegrarnos como Cuerpo, no necesita incitar opiniones y disensiones entre nosotros; le basta con conseguir implantar en nosotros alguna impureza u otra cosa que ocupe el lugar de Dios. Ilustremos esto. ¿Has visto alguna vez cómo se mezcla el cemento? Si hay arcilla mezclada con arena, el cemento no se solidifica completamente. De la misma manera, para que Satanás destruya nuestra unidad en el Cuerpo, solo necesita verter un poco de lodo – es decir, algo que sea incompatible con la vida de Dios en nosotros – y nosotros, como Cuerpo, nos desintegraremos. No son necesarias ni las opiniones ni las disensiones, porque basta con esparcir un poco de lodo entre nosotros. Seguimos partiendo el pan y bebiendo del cáliz, pero podemos seguir divididos.
El Cuerpo de Cristo no es básicamente una doctrina, ni una especie de disposición de cosas y personas, sino que es esencialmente vida. ¿Qué es la Iglesia? La Iglesia no es solo una doctrina según las Escrituras, ni es solo un método según la Biblia, sino que es básicamente una vida, a saber, la manifestación de la vida de Cristo.
La unidad no se basa más que en la vida. Satanás solo necesita mezclar secretamente algunas impurezas en nosotros y en los demás, para que, aunque no haya el menor desacuerdo de opinión entre nosotros, ni el menor indicio de disensión, sin embargo, sin saberlo, el Cuerpo esté en proceso de desintegración. ¡Que el Señor se apiade de nosotros y filtre de nosotros toda impureza! «¡Oh Señor, por la cruz y el Espíritu Santo, fíltranos!».
Cuánta necesidad tenemos todos de investigar el lugar que ocupan en nosotros nuestros propios deseos e inclinaciones. ¿Qué lugar ocupa en nosotros nuestra propia meta? ¿Qué lugar tiene en nosotros nuestro propio trabajo? ¿Dejamos que la vida de Cristo tenga un lugar absoluto en nosotros? ¡Cuánta necesidad tenemos de volver a Dios! No necesitamos un avivamiento externo. Solo tenemos una necesidad: volvernos interiormente a Dios y dejar que nos limpie y purifique con la cruz y el Espíritu Santo.
Al ser filtrados por la cruz y el Espíritu Santo, oramos y esperamos ser limpiados de todas las impurezas que Satanás ha mezclado en nosotros. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, porque, ¡incluso el sentimiento de tener razón puede ser utilizado por Satanás para llevar a cabo su obra de desintegración! Tenemos que aprender a acudir a Dios para que nos ilumine, tenemos que aprender a acudir a nuestros hermanos y hermanas para que nos corrijan. Tenemos que estar dispuestos a pagar cualquier precio y aceptar el trato de la cruz para poder manifestar verdaderamente nuestras funciones como miembros de la Iglesia.
¿No decimos continuamente que amamos al Señor? ¿No decimos que nos consagramos a Él? Entonces no tenemos que preservarnos, ni temer pagar el precio, sino que tenemos que dejar que el Señor nos limpie de todas las impurezas, que son incompatibles con expresar la vida de Cristo a través de nosotros y con manifestar en nuestras vidas nuestras variadas funciones como miembros del Cuerpo, así como con vivir el testimonio del Cuerpo de Cristo. Ni Su voluntad ni Su camino pueden realizarse a través de una sola persona, ya que el Señor no obra a través de un hombre, sino a través de la Iglesia. El vaso que Dios utiliza es la Iglesia, no un individuo. La vida y el poder de Cristo encuentran su manifestación más rica a través del Cuerpo de Cristo.
(Extraído del libro “El Cuerpo de Cristo: Una Realidad”, de Watchman Nee, publicado por la Editora dos Clássicos de Brasil).
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