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El impostor entre los santos – Gerson Lima

Gerson Lima ― febrero 2024
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Preste atención a esto: mientras tratamos con seres queridos, hay un astuto impostor tras bambalinas. Encontrando el más mínimo orgullo, él puede dividir matrimonios y familias enteras, infiltrarse en la mesa de la comunión de los santos e incluso hablar entre ellos mientras ellos hablan.

Este impostor es astuto para crear malentendidos y llevar a los santos a desconfiar unos de otros y de la misma bondad de Dios.

Él odia que un santo responda al llamado de la gracia para servir a Dios. Por eso, instiga a los autoritarios a aplastar la caña cascada y a apagar el pabilo que humea. Incita a los justicieros a desenterrar a los muertos y a los chismosos a sacar a luz viejos pecados que Dios ha perdonado y de los cuales ha dicho: “No me acordaré más”.

Él es experto en dispersar a los santos que transitan el camino seguro de la comunión y el compañerismo, empujándolos por los atajos vulnerables del aislamiento y el individualismo. El solitario es presa fácil de las fauces del depredador.

El impostor induce a los santos a utilizar los dones que Dios les ha dado para luchar entre ellos mismos, en lugar de construir Su reino.

Él trabaja durante años para infiltrarse entre los obreros y dividirlos. Hay fiesta en el infierno cuando consigue convertir a los amigos en enemigos y así desbaratar la obra de Dios.

¿Recuerdas cómo empezó la historia de Job? Un día, cuando los ángeles vinieron a rendir cuentas a Dios, Satanás, el impostor, se infiltró en medio de ellos.

¿Recuerdas cuando Pedro llamó a Jesús aparte y empezó a reprenderle por decir que cumpliría Su misión?

¿Recuerdas cómo reprendió Jesús a Pedro? “¡Apártate de mí, Satanás!”.

No en vano Lucas relata en dos ocasiones que surgió una discu- sión entre los discípulos acerca de quién de ellos era el mayor (Lucas 9.46 y 22.24).

Durante mucho tiempo, el impostor sembró las semillas de la ambición en el corazón de los discípulos. Él sabe que la carne es terreno fértil para su siembra.

Fue después de que Pedro recibiera las llaves del Reino cuando intentó controlar a Jesús. La ambición del impostor por el trono del universo se abrió paso a través de la ambición que éste cultivó en el alma de Pedro.

El Señor permite la acción sutil del impostor entre los santos para expulsar sus semillas arraigadas en el subsuelo de nuestras almas.

Por experiencia propia, el impostor sabe que aquel que sube a la montaña buscando con- quistar la cumbre entre los santos será depuesto de las alturas del orgullo espiritual.

Por supuesto, todo el mundo es humilde y bueno hasta que tiene dinero y poder. El éxito sin profunda humildad y sujeción es el trampolín para la caída. El impostor allana el camino al pináculo del poder para que el ambicioso suba, y luego lo empuja al abismo de Saúl: “El Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y un espíritu maligno lo atormentaba.”. – 1 Samuel 16:14

Para mantener a raya al impostor, ocúpate de ser un siervo y no te esfuerces por ser un líder, pues es en el terreno del poder donde aflora el orgullo y los príncipes de Dios han sucumbido en el precipicio de la vanidad.

Andrew Murray [1] tenía razón al denunciar que el orgullo es la raíz de todo pecado y maldad, la puerta, el nacimiento y la maldición del infierno, la explicación de toda decadencia y fracaso, tanto en la vida de un hijo de Dios como en la Iglesia.

El orgullo de la “santidad”, dice Murray, es “el más sutil de todos los males”, mientras que “la humildad es la única tierra fértil en la que la gracia de Dios puede producir fruto abundante (…). “Lo que tú tienes de orgullo dentro de ti es lo que tienes del ángel caído viviendo en ti; lo que tienes de verdadera humildad es lo que tienes del Cordero de Dios dentro de ti”.

“El mal no puede comenzar sino por medio del orgullo, y no puede termi- nar sino a través de la humildad. La verdad es esta: el orgullo debe morir en ti, o nada del cielo podrá vivir en ti. Bajo la bandera de la verdad, renuncia a ti mismo por el espíritu manso y humilde de Cristo. La humildad debe lanzar la semilla, o no podrá haber cosecha en el cielo”.

¡Tengamos buen ánimo! Es en el horno de las pruebas y en las crisis de las relaciones donde son quemadas nuestras impurezas y el impostor es desenmascarado y echado fuera.

Adora siempre a Dios y sé agradecido. No dejes que las críticas te arrojen al infierno del desánimo, ni que los elogios te eleven al pináculo de la vanidad.

¡Mantente firme en las pruebas! Aunque haya un impostor entre los santos, Dios lo retiene como a un perro rabioso atado a una cadena. Como dijo Lutero: “¡El diablo es el diablo de Dios!”. De una manera misteriosa, él está haciendo un servicio a Dios al ser el ‘sparring’[2] de los santos, entrenándolos para ser vencedores en el reino venidero.


[1] En su libro clasico La humildad (La belleza de la santidad), Editora dos Clássicos.

[2] Designa a la persona que ayuda a preparar a un luchador, participando en las peleas como oponente.


Este ministerio de la Palabra es sostenido por el Señor a través de la mayordomía de aquellos que aprecian su valor.

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